Europa está en crisis, dicen y parece que efectivamente así es, pero para un mexicano treinta añero como yo, que por primera vez sale de un país que ha estado eternamente en crisis, visitar el viejo continente resulta muy enriquecedor, aunque la visita prácticamente duró dos días y se limitó a una ciudad: Barcelona, que sólo pude conocer durante la noche. Creo que eso no es suficiente pero basta para que a uno le caigan algunos veintes en la cabeza y comprobar un poco dónde estamos parados los mexicanos ante el mundo más allá de las actitudes derrotistas, malinchistas, aspiracionales o las culpas que a veces cargamos conchudamente a los gobernantes. En medida de lo posible acompañaré mi relato de fotos, no fotos de los grandes monumentos ni de las apantallantes obras arquitectónicas que vi, porque en primera, soy pésimo fotógrafo y estoy seguro que las tarjetas postales y fotos que puedan encontrar en Google retratarán mejor la belleza de La Sagrada Familia, el Parc Güell (que por cierto no visité) y de ese edificio del Servicio de Aguas de Catalunya que parece un enorme dildo o una gran bala (según lo violento o calenturiento que uno sea); en segunda porque en realidad, respecto a las obras arquitectónicas, si bien son impactantes, esa impresión ya la he sentido antes, cuando conocí las ciudades prehispánicas de Yaxchilán, Palenque, Tulum y Bonampak y en menor medida en Teotihuacán y Monte Albán. Ante edificios y monumentos antiguos simplemente trato de apreciar el paisaje y corroborar lo que ya he visto en fotografías y leído en libros, lo cual no deja de tener su encanto. Pero sinceramente creo que mi aprendizaje estuvo en conocer un poco la vida cotidiana, en las calles, los letreros, los taxistas, los vendedores ambulantes, los automóviles, los edificios habitacionales, los grafittis, en encontrar esas pequeñas coincidencias universales en los humanos y en las ciudades, pero a la vez descubrir que las pequeñas diferencias individuales se vuelven insalvables cuando la comparación es entre colectivos, entre sociedades. Dos noches no fueron suficientes para conocer Barcelona, mucho menos para generalizar sobre Europa, pero algo es algo y tengo ganas de escribir sobre lo que vi porque no sé cuándo tenga oportunidad de regresar – sin mencionar que fui prácticamente gratis-.